Un regalo inesperado
10.10.2024 / EntreAlisios
Foto Carmen adjunta al texto

Reflexión de Carmen Reyes, cooperativista de EntreAlisios

 

Me gustaría compartir con ustedes cómo mi madre me regaló mis dos vidas.

La primera de ellas es obvia, fue cuando me dio a luz hace ya más de 38 años. La segunda  menos obvia, fue cuando la perdí con su muerte y comprendí que esto de vivir dura poco, muy poco. Razón de más para vivirla de la forma en que crees.

Pero mejor vayamos por partes. Es Semana Santa de 2023. Ya han pasado nueve meses desde el diagnóstico. ¡Qué rápido pasa el tiempo cuando quieres que vaya despacio! Da vértigo… Unas semanas atrás me confirman lo inevitable: cáncer terminal, incurable, muy agresivo.

− Pero, ¿cuánto nos queda de disfrutar de ella? −  pregunto, −necesito una cifra, parar el mundo, bajarme de él y estar a su lado.  −Seis meses− me responden, y la sospecha se vuelve certeza. Vacío y amor me invaden a partes iguales.

Necesitamos un respiro, un lugar de reposo en medio de la agitación. Nos vamos a un hotel en Vilaflor. Es abril de 2023 y mi madre, mi hermano y yo pasamos unos días de ensueño. Descansamos, comemos, caminamos en la Naturaleza, pero, sobre todo, hablamos.

Durante los últimos años el tema de cómo va el mundo es muy recurrente: lo rápido que está cambiando todo, cómo este Sistema que nos rige se desmorona y destruye todo lo que encuentra a su paso con la degradación del planeta Tierra y de la vida que alberga. ¿Soluciones? ¡Ajá! aquí la cosa se complica, vivimos en un mundo complejo e interconectado, donde el ser humano no es más que otro nodo en esa red que teje la vida. Resulta que somos ecodependientes e interdependientes. Un “Eureka” aparece en mi mente, -bueno para ser sincera fue el segundo de ellos. El primero fue en 2020, durante el confinamiento, donde entendí la parte de que somos ecodependientes y la agroecología pasó a ser respuesta como una de esas “soluciones”. Este otro eureka consistía en dar respuesta a la otra parte, la de que somos interdependientes. Mi hermano pregunta: −y entonces, ¿qué hacemos?  todo parece callejones sin salida.

Yo contesto: −vivir en Comunidad, esto se cambia de abajo para arriba, he leído que existe un modelo nuevo de vivienda que se denomina colaborativa o cohousing donde tienes derecho del uso de la misma sin que sea de tu propiedad y vives combinando tu desarrollo personal y respeto al espacio individual con lo comunitario y lo social. − No sé yo, ¿y si entra una oveja negra?− opina él. No sé qué responderle a eso. Y se acaba la conversación. Entretanto, mi madre nos escucha atenta, pero sin intervenir. De vez en cuando asiente levemente lo que comento. Tengo la sensación de que le ve sentido.

Pasan las horas, los días… Hacemos una última caminata al paisaje lunar con una pareja maravillosa que conocemos en el hotel. El día es perfecto, soleado, sin calor. La ruta elegida es también un acierto. Hablamos, reímos, disfrutamos. Todo va bien. La mujer me comenta − tu madre es encantadora y está muy bien físicamente.  Yo pienso −si tú supieras. Lleva una cirugía y 4 tratamientos de quimioterapia distintos y aquí está disfrutando con sus hijos y ustedes con una sonrisa en la cara. Imposible que no pase a formar parte de lo inolvidable.

Pero todo lo bueno se acaba. Volvemos a la realidad y los meses avanzan. La conversación sobre el cohousing se olvida. Mayo y junio: paro mi trabajo, necesito estar a su lado. Y más tratamientos… pero la cosa parece estable. Julio: golpe en la mesa, dos ingresos consecutivos en el hospital. Agosto: remontada y calor. Septiembre: sigue su fuerza mental, (nunca la perdió), la física se empieza a resquebrajar. Octubre: retomo mi trabajo con horario reducido. Si llego a saber que coincidiría con la peor ola de calor conocida en Canarias lo hubiera retrasado un mes. Pero quiero que ella vea que sé que esto sigue a pesar de todo. En el fondo no lo siento así, el miedo a perderla me invade. Lo nota y le comento que no sé si seré capaz de hacerlo sin ella. Su respuesta − tú siempre para adelante. Abrazo y lágrimas.

Y llega noviembre: nubarrones y último ingreso. Aparición estelar de Mercedes (paciente de tiempo en mi centro y tacorontera de pura cepa como yo):  − sigo en esto de compartir la vida con otras personas y pienso − what? ¿a eso de irte a vivir con otros mayores como vecinos, pero con espacios y cuidados compartidos?  −Correcto, pero creemos que es mejor que sea intergeneracional.  Wait a minute, esto me interesa, es esa “solución” de la que hablé con mi madre y hermano meses atrás. − ¿Podrías avisarme cuando den la siguiente charla sobre el proyecto?  −Of course. −Thanks, muchas thanks.  Siempre te estaré agradecida por compartirlo conmigo.

Dos de diciembre su cumpleaños. La encuentro en su habitación del hospital con música de fondo tatareando y pintando mandalas. En ese instante se le ve feliz. Siete de diciembre: se va tranquila.

Me siento en calma y en el aire al mismo tiempo. Comienza el nuevo año 2024. Enero, charla de conecta sobre el proyecto de cohousing de EntreAlisios. Salgo en el aire, ¿aire al cuadrado? Recuerdo de nuevo la conversación en Vilaflor. Vaya, vaya esto del cohousing no es una utopía. Resulta que hay un grupo en Tenerife que lleva años con el proyecto en marcha. Y tienen ya terreno. Es en El Sauzal. Pero si ya vivo allí y me encanta. Además, como me comentó Mercedes, es intergeneracional, ¡qué riqueza! Y con qué ilusión lo viven.

Febrero, marzo, y abril. Empiezo a pisar tierra y a notar su ausencia. Lo combino con excursiones como simpatizante de EntreAlisios y comienzo a conocer a las personas que conforman el proyecto. Con qué cariño se tratan. Esperen un momento, también escuchan y muestran interés por lo que dices. ¿Dónde está la cámara? Llega mayo y leo los relatos de este espacio plaza en la web de Ángel y Cristina y me sirven de acicate para dar el siguiente paso, ser aspirante y conocer el funcionamiento de la Cooperativa por dentro.

Junio, julio e inicios de agosto. Su ausencia es enorme. Duele. Herida abierta. Y de paso, trabajo en la comisión de Chamán con el objetivo de la reelaboración de los Estatutos. No soy de letras, pero cualquier cosa que mantenga mi mente ocupada va bien.  Además, los Estatutos son el corazón de la Cooperativa. ¡Ahí va!, trabajando se tratan con el mismo cariño.

Finales de agosto y comienzos de septiembre. Descanso. Merecido descanso. Y energía, por fin vuelvo a notarla. Aceptación de lo inevitable. Se fue. Algún día me iré yo también. Su ausencia se vuelve de nuevo presencia. Presencia que acompaña y cuida. La luz entra por la herida e ilumina el nuevo camino a seguir. Sigo adelante como ella quería que hiciera.

Mediados de septiembre, retomo ambos trabajos con ganas. Sí, en EntreAlisios se trabaja, pero con la motivación intrínseca que hace que parezca que es menos. Es lo que toca si queremos que este proyecto salga adelante.

Y entonces… Doy el gran paso. Pido formar parte del proyecto como nueva socia y a finales de septiembre me aceptan. Se lo comento a mi hermano y me dice: −si lo viera descabellado te lo diría, pero lo que veo es otra forma de vivir. Al final parece que lo entiende. Aquí y ahora comienza mi segunda vida.

«Todos tenemos dos vidas: la segunda comienza cuando nos damos cuenta de que tenemos solamente una”, decía Confucio

Gracias a los nuevos compañeros de viaje por acogerme con tanto afecto.

Y gracias mami por todo y más.

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